Una cicatriz de un centímetro basta para dejar la frente libre de arrugas para siempre. Con esta técnica de lifting se asume un doble reto: detener el paso del tiempo y que este engaño a la naturaleza no deje huellas.
Es su cumpleaños. En su tarta se cuentan ¡40 velas! Mientras está soplando todas y cada una de ellas está contando las arrugas que empiezan a debutar en su cara. Y es que en cuanto las mujeres estrenan la cuarentena, empiezan a preocuparse por los estragos que la mala -o la buena- vida ha dejado en su rostro.
La piel de los párpados comienza a relajarse, las cejas inician su descenso y la frente revela las primeras arrugas de expresión. Superada la treintena, estos signos se aceptan muy mal psicológicamente, pero aún no ha llegado el momento de enfrentarse a su paso por el quirófano. Es entonces cuando los materiales de relleno o la inyección de toxina botulínica (botox) se convierten en el paso previo a las intervenciones de mayor envergadura.
¿Donde está el fallo? No existe, sólo una pega: estos pequeños arreglos no son duraderos. Pasados tres, seis, doce meses, el efecto desaparece y se debe repetir el proceso si se quieren mantener los resultados (y volver a pagar cada vez.). ¿Dónde está la solución? En la clínica de cirugía estética Granada Clinic, la doctora cirujano plástico miembro de la Sociedad Española de Cirugía estética, plástica y reparadora, propone la técnica de «lifting frontal» que va a revolucionar el mundo de la estética. «Permite «quitarse» diez años de encima, sin cicatrices. Se consigue el mismo resultado que con el botox, pero de forma permanente», asegura la citada especialista.
Huir de las cicatrices
Esta técnica la creó el doctor Porfirio Castillo, un cirujano plástico mexicano hace un par de años. Su sistema echaba por tierra muchas de las teorías que imperaban hasta el momento, y por eso fue tan cuestionado al principio.
Hoy está más que reconocida, e incluso el cirujano Daniel Baker, considerado uno de los mejores del mundo, ha tenido que admitir los resultados logrados. El secreto está en la técnica ideada por el doctor Castillo para despegar la piel con ayuda de un periostotomo, un estilete con el que se trabaja encima del hueso y debajo del periostio (membrana que rodea al hueso).
¿Qué tiene ese instrumento que simplifica tanto un «lifting», hasta el punto de no requerir un corte en la piel? «No es sólo el instrumento, sino todo el proceso. Es cierto que este artilugio, estrecho y plano, está tan bien diseñado que permite introducirlo por una incisión de un centímetro; también es capaz de despegar la piel sin dañar ningún otro órgano».
El cirujano plástico introduce el periostotomo por debajo de la piel de la frente y la va despegando suavemente. Luego, la levanta ligeramente, la estira lo suficiente para que desaparezcan las arrugas y la suelta para que se vuelva a pegar por sí sola. La piel en carne viva, al unirse con otra zona también en carne viva, «se pega». Para que la epidermis quede estirada se sujeta la frente con una especie de cinta de tenis durante treinta días. De este modo, la piel queda adherida en la zona donde se ha colocado.
Esta cinta se debe llevar todo el día durante una semana, pero se puede disimular con pañuelos, sombreros «o simplemente incorporándola a su peinado», aconseja este especialista. Después será suficiente con llevarla por las noches durante un mes. «La mejoría es espectacular -continúa- y, lo más importante, no deja cicatrices. La única incisión que se hace es tan mínima que queda oculta bajo el pelo». Además, como no se corta la piel, no hay sangrado y no aparecen hematomas. De forma que se puede hacer una vida absolutamente normal desde el día siguiente.
Y si no se corta piel sobrante, ¿qué se hace con ella? Nada, porque no hay excedentes. La cirugía plástica se basa en la capacidad de retracción de las fibras elásticas de la dermis cutánea (¿recuerda cómo volvió su vientre a su lugar después de dar a luz?). Cuando la piel recibe una agresión, la herida resultante provoca una retracción (o encogimiento), de ahí que no haga falta cortar nada. «Y aunque hace años se pensaba que sólo se retraía la piel de las personas jóvenes, hoy sabemos que esta capacidad también se mantiene en las personas mayores», puntualiza la doctora.
Un plus: elevar las cejas
Para que el resultado sea perfecto no basta con alisar la frente. Desgraciadamente, con los años las cejas se caen y se envejece el rostro y la mirada. Para elevar ligeramente la cola de las cejas, por la misma incisión se introduce un bisturí eléctrico que «toca» (o raspa) el músculo occipital. Éste, al sufrir un traumatismo, se contrae. Y esta retracción hará que suban las cejas unos 2 ó 3 milímetros, sobre todo el extremo externo. «Así se consigue una mirada más luminosa, se rejuvenece el contorno de los ojos y, en muchos casos, ya no se precisa extirpar piel de los párpados», aclara.
La intervención dura entre 10 y 15 minutos y se realiza bajo anestesia local. Al trabajarse sólo en un plano sin vasos, no se producen hematomas y la inflamación es mínima. Tampoco hay riesgo de lesionar ningún nervio. En cuanto al postoperatorio, nada más finalizar la intervención, el paciente puede irse a su casa. En este caso, también la única precaución es usar una cinta de tenista durante treinta días que apriete la zona y sujete la frente en su nueva posición.
No existe ninguna edad ideal para plantearse este tipo de cirugía, sino cuando el paso del tiempo empieza a hacer de las suyas: se marcan las arrugas del entrecejo sin gesticular, la cola de la ceja cae vertiginosamente. «Todo depende de cada persona, de la importancia que le dé a su aspecto físico, si ha cuidado o no su piel. Aunque hay una cosa clara: el resultado es más evidente y llamativo en una persona de 40 años que en otra de 60 cuyas arrugas se han asentado ya en su rostro». El precio: 2500 €.
Por último, una puntualización: esta técnica requiere mucha precisión y experiencia por parte del cirujano plástico. Si hay una intervención que responde principalmente a la capacidad del médico es el estiramiento, que pone a prueba su destreza y meticulosidad.
Primero, porque el rostro es un conglomerado de órganos, músculos, nervios, vasos y huesos muy complejo y se requiere un conocimiento exhaustivo de anatomía para no dañarlo. Segundo, porque implica rejuvenecer al paciente, pero respetando la expresividad y la armonía de su rostro. La experiencia y una «mano experta» son los dos requisitos fundamentales para obtener un resultado satisfactorio.